Hay muchos tipos de desayunos: los solitarios, tomados con prisa y con olor a oficina; los somnolientos, con la marca de la almohada en la mejilla y el texto del paquete de cereales en las narices; los románticos, con tostadas de promesas incumplidas y zumos de naranja con un extra de azúcar; o los cinematográficos, con sábanas que se envuelven como togas y sin migas en la cama. Yo prefiero sin duda los desayunos acompañados.
Si me hubieran dicho antes lo placentero que era dormir hasta que te duela la espalda y desayunar horas con pan recién hecho y hombre recién duchado, hubieran sido diferentes mis criterios de selección. En vez de preguntar en una discoteca: ¿A qué te dedicas? hubiera seguramente preguntado: ¿Hasta cuantas horas seguidas eres capaz de dormir? ¿Huevos duros o benedictinos? Poniendo estos filtros de búsqueda, me hubiera ahorrado madrugones innecesarios, sabanas frías y desilusiones variadas.
 |
| Foto Carmen Moreno |
Hace años, conocí a un amante increíble, pero tenía un problema, se levantaba los domingos a las 7 a.m. para ir a correr y desayunaba a su vuelta una manzana, un zumo de limón y una lata de atún. Sí, de atún. Sí, un domingo. Luego él me despertaba enérgicamente porque claro, había que aprovechar el día. ¿Y si “aprovechar el día” era simplemente disfrutar de un olor a pan tostado y a la falta de prisas? 17 zumos de limón más tarde, le dije que teníamos que hablar…
Mi abuela siempre desayunaba sola, ya que mi abuelo sólo “tenía tiempo” para un cafelito amargo antes de refugiarse en su garaje para inventar motores de aviones.
Mi madre desayuna sola, ya que mi padre sólo “tiene tiempo” para un cafelito amargo antes de refugiarse en su garaje para reconstruir modelos de aviones antiguos.
Brixton no me dice nunca que me quiere pero me prepara zumos naturales de kiwi-manzana-zanahoria, cata conmigo los nuevos sabores de la boutique Nespresso y sobre todo no me deja nunca desayunar sola. Quiero pensar que NO es porque no tiene garaje…
No hay comentarios:
Publicar un comentario