Hay muchos tipos de desayunos: los solitarios, tomados con prisa y con olor a oficina; los somnolientos, con la marca de la almohada en la mejilla y el texto del paquete de cereales en las narices; los románticos, con tostadas de promesas incumplidas y zumos de naranja con un extra de azúcar; o los cinematográficos, con sábanas que se envuelven como togas y sin migas en la cama. Yo prefiero sin duda los desayunos acompañados.
Foto Carmen Moreno |