Hay conversaciones que son
necesarias, aquellas que se imponen tras años de romance y que terminan en
drama o en apoteosis. Aquellas que se posponen hasta volverse inevitablemente
decisivas.
Madrid, tenemos que
hablar… Ya no te reconozco, tú quien me abrazaste al instante bajo tu sol
ardiente hace seis años ya, y quien no dejó de seducirme con su alegría
contagiosa. Si la madurez no quitó
nada de tu encanto sureño, me temo que estás perdiendo tus propios valores.
Desde que tus dirigentes borraron la dignidad que te honraba, sólo eres la
sombra de ti misma. La sombra de millones de madrileños que se ven afectados
por una austeridad galopante. La sombra de hordas de estudiantes que se golpean
por la vida y acaban tropezando con los bares abarrotados de indignación.
La Presidenta de tu
Comunidad tenía un nombre tan prometedor: « Esperanza » pero sólo
consiguió perjudicar tu reputación y arañar tu integridad, dejando planear una
capa de conservadurismo y de corrupción que apenas destapan los cadáveres de tu
pasado. Si me retienes en tu
aliento a pesar de tu decadencia, es porque sé hasta que punto echaré de
menos tu cielo azul, tus noches vibrantes, tus edificios majestuosos, tu
cultura epicúrea y tus aires superiores de capital.
Te sigo queriendo pero
igual te tendré que dejar, por el bien de los dos...
Foto Brioche |