Marcel Proust on a sofa, c.1900, published in LIlustration. |
En uno de los más bellos libros de la literatura universal "A la búsqueda del tiempo perdido", de Marcel Proust, el primer volumen empieza con el protagonista embebiendo en una taza de té una magdalena, cuyo sabor desencadena los recuerdos de su infancia…
Os invitamos a saborear estas líneas, que se han convertido en las más conocidas del autor francés y reflejan el tratamiento que hace Proust de la memoria involuntaria a lo largo de toda su obra.
Madeleines de Commercy by Mary. Do. |
«[…] En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té […]».
(Marcel Proust, En busca del tiempo perdido: Por el camino de Swann)
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